Pervive entre los españoles un
peligroso virus que nace de la inmadurez, la ignorancia y la vagancia
intelectual como es el creer que las cosas se arreglan porque así lo diga una
ley.
No habría porque remontarse tanto
como a la pomposa proclama de “abolición de la guerra” que recogía la
Constitución de la II República para entender que la letra de una norma va por
un lado y la realidad puede darle la espalda multitud de ocasiones cuando no
siempre. Y es que en nuestro vigente texto constitucional del 78 se proclama el
derecho al trabajo, a una vivienda digna y al uso del español y no hace falta
ser un lince para ver que dichos preceptos no se cumplen en el día a día.
Como digo este “virus”
intelectual no tendría mayor importancia si afectara a una minoría de
españoles, que ha habido siempre, a los que, por puro papanatismo, infantilismo
o pura ignorancia provocada o querida, sus entendederas no les fueran
suficientes para distinguir los buenos propósitos de la cruda realidad. El
problema se torna serio cuando se usa por populistas para exacerbar los ánimos
de los defraudados por la fortuna o cuando afecta a líderes de formaciones más
o menos serias y que pueden influir, para bien o mal, en el porvenir de una
nación como es España.
Pues bien, este virus parece
haber afectado a Pedro Sánchez cuando fía la solución del “problema catalán” a
una reforma constitucional que reconozca un concepto, del que se desconoce el
contenido, como es la nación plurinacional.
En descargo de Pedro Sánchez hay
que señalar que no ha sido el primero en vivir de esa ensoñación. Antes que él
otros dirigentes del PSOE enarbolaron como concepto sanador el de la España
Federal, entendiendo que en ello los nacionalistas vascos y catalanes, y detrás
les vendrían baleares, gallegos, valencianos y los del catón de Cartagena, se
encontrarían cómodos.
El problema de tales ensoñaciones
está en el error del que parten que no es otro que el desconocer que la
naturaleza, esencia, del nacionalismo es la eterna insatisfacción. Y de ese
error nace otro mayor que no es otro que el creer que la parte es más
importante que el todo.
Un todo que representan el
conjunto de los españoles. Pero es que además con ello los que se proclaman “la
izquierda” con esta argumentación y acción política renuncian a sus orígenes y
lo que debiera ser su esencia pues no hay nada más moderno, revolucionario y
progresista que la igualdad de todos los ciudadanos con independencia de donde
vivan. Algo tan consustancial a los marxistas, la izquierda, que se refleja
en su propio himno “la Internacional” que entre otras cosas proclama “El género humano es la internacional” y “Basta ya de tutela odiosa, que la igualdad
ley ha de ser: No más deberes sin derechos, ningún derecho sin deber.”
Por eso este ensimismamiento,
similar al del toro de la copla que todas las noches abandonaba la manada para
ir a ver su enamorada luna, no va a traer nada bueno. Si acaso, desengaño y melancolía,
pues al igual que el escorpión, el nacionalismo no puede renegar de su
naturaleza y si no se encuentra “cómodo” en un Estado tan descentralizado como
el de las Autonomías menos se sentirá en una organización federal que no
olvidemos se basa en la igualdad de todas las partes y primacía del Estado federal.
Claro que al final lo que resuma
de todo esto pudiera ser algo que le reprochan al PP, haber denunciado ante el
Tribunal Constitucional el último estatuto de Cataluña. Y es que, aunque este
alto tribunal declaró que buena parte del mismo era contrario a la Constitución
de todos los españoles, al PSOE le pase como alguno con los cuernos, que no
sabiendo que los llevan no les duelen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario