Hay quien recordara a Jonh Nash
encarnado por Russell Crowe en la película “Una mente maravillosa”, pues bien,
este eminente matemático fue premiado con el Nobel por la conocida como “teoría
de Juegos”.
Simplificando y aplicando la
misma a la negociación la podríamos definir como la técnica de toma de
decisiones y acuerdos por la que la suma de beneficios de ambas partes es
superior al beneficio que cada parte obtendría por separado si la negociación fuera
un puro “uno gana, el otro pierde”.
Esto tiene muchísima relevancia y
engarza con el reciente caso del “Muro de Trump” con su vecino Mejicano.
Y es que Trump y muchos de sus
asesores parecen no haber leído ni aplicado la “teoría de juegos” y parecen
decantarse por un “juego de Tronos” basado en el ánimo depredatorio,
unilateral, y en el que parece importar más quedar por encima del otro que
obtener el máximo beneficio, algo muy impropio viniendo de alguien que procede
del mundo de los negocios.
Esta política a medio plazo le va
a reportar claros beneficios a corto plazo, pero sin embargo tiene un corto
recorrido en el medio o largo plazo y llevara aparejado algo que para la Unión
Europea no tiene por qué ser malo como es el alineamiento de las naciones
medianas y pequeñas en grandes bloques.
Y es que el éxito inicial
cosechado por Trump se basa en que “el pez grande se come al chico “y no al
revés, aunque solo sea por meras cuestiones morfológicas y este “matonismo” solo
puede contrarrestarse del mismo modo que un grupo de hormigas mueve entre ellas
algo mucho más pesado que la reunión de ellas mismas.
Por ello si la política de Trump,
tal como hoy está planteada, va más allá de fijar en el inconsciente y en la
hemeroteca el hecho de que es capaz de cumplir sus promesas, por más que
algunas de ellas resulten un tiro en el pie del mantenimiento de Estados Unidos
como supervivencia en el futuro, tal vez estemos asistiendo al progresivo
aislacionismo de los Estados Unidos y la perdida de la preponderancia que como
potencia mundial alcanzo tras el fin de la “Guerra Fría”.
Y es que, en el planteamiento
inicial, que será el que determine el desarrollo futuro, está planteando las
bases de su fracaso y con él el de los Estados Unidos como líder del mundo
libre, lo que tampoco tiene que ser bueno pare el mundo occidental. Unos
errores que podríamos resumir en:
1.- Ha cambiado “América para los
americanos” por “Estados Unidos para los estadounidenses”. Esto que parece un
simplismo no lo es porque su enfrentamiento con Méjico lo es con el resto del
continente americano, que no debiera ser su enemigo sino su aliado estratégico
y contrapunto frente al bloque asiático y el europeo. Sin América del Centro y
del Sur, 500 millones de habitantes, Estados Unidos empieza a parecer una
potencia media en el concierto de las naciones, en demografía y PIB.
2.- Eliminando el acuerdo de
comercio Transpacífico ha anulado el ser quien marque las pautas por las cuales
ha de desarrollarse el intercambio comercial, base de la preponderancia de su
posición en el mundo, y ha dejado un espacio de poder e influencia que no será
desaprovechado por China al igual que hizo Rusia en Ucrania y Oriente Medio
cuando Obama desapareció de ese escenario.
3.- Su nueva “luna de miel” con
Rusia solo beneficia a Putin, para nada a Estados Unidos. Rusia, salvo en lo
militar y diplomático, no es actualmente una superpotencia y su resurgir ha
venido dado del abandonismo de Obama. Pero lo contrario tampoco beneficia a
Estados Unidos y sus aliados. Por un lado manda un mensaje confuso a los nuevos
aliados americanos que fijan los límites del expansionismo ruso, la Europa del
Este (Polonia, Hungría, Chequia, Eslovaquia, Ucrania) y las Repúblicas bálticas
(Estonia, Letonia y Lituania) e incluso otros de clara orbita accidental como
son Finlandia, que liberados del protectorado ruso tras la caída del muro
vuelven a mirar de reojo a una potencia que adopta decisiones unilaterales
(anexión de Crimea) sin encontrar su contrapunto en la acción de Estados
Unidos.
4.- Si sus actuales políticas de
“matonismo” mercantil y de seguridad le este granjeado beneficio a corto, va a
empujar a las naciones pequeñas y medianas, bloques, que unidos supongan un
contrapunto económico y político, ¿y porque no también militar? a Estados
Unidos.
Llegados a este punto Estados
Unidos puede estar en camino de pasar de superpotencia a potencia media en un
mundo de similares.
Si como dijo Richard Branson,
fundador de Virgin, el comprar una aerolínea era el camino más corto para hacer
millonario a quien era multimillonario, puede que Trump sea el camino más corto
para llevar a Estados Unidos de superpotencia única a potencia regional. Lo
cual no tiene por qué ser ni bueno ni malo, solo depende de cómo lo
gestionemos.