Lejos quedan los tiempos en que
sin que nadie la conociera se aupó al segundo puesto tras Rajoy en el gobierno
de España.
He de reconocer que nunca me
gusto, y sigue sin gustarme, aunque los motivos se han ampliado. Por lo pronto
no se le conocía ni militancia ni actividad política alguna en el PP, partido
que en 2011 ganó por mayoría absoluta a un PSOE desquiciado por la penosa
gestión de Zapatero y bajo la dirección de Rubalcaba.
Y esto es importante, más de lo
que pareciera, y no excluye la presencia de independientes en el gabinete. Pero
desde luego de lo que los excluye es del segundo puesto de responsabilidad
política como es una vicepresidencia pues quien la ejerce debe tener claro los
principios, compromisos y renuncias que supone obtener el respaldo de un grupo
mayoritario de españoles que optan por un partido político por muchas y
diversas razones y no solo por tu cara bonita. Y ella desde un principio se
creyó una cara bonita y ajena a los compromisos adquiridos con los votantes que
habían llevado al PP al gobierno de España.
Tampoco me gusto de ella la manía
de poner a abogados del Estado, a funcionarios, al mando de todas y cada una de
las instancias que le permitía la vicepresidencia y otras muchas en que lo
consiguió por coacción o convicción de quienes veían en ella un soporte de sus
ambiciones personales. El ejemplo máximo de que ello no siempre resulta fue el
fiasco de su amigo González Echenique en RTVE que ni logro revertir la sangría
economía del ente, ni logro hacer de RTVE un medio creíble, ni se impuso a la
facción progre que manejaba los “consejos de redacción” de los informativos de
la “casa”. Así acabo el engominado de los cuellos y puños duros, en la calle y
sustituido por un profesional, José Antonio Sánchez, que ha demostrado saber de
lo que hacía.
Acabó con el “grupo de los cinco”,
los ministros Margallo, Soria, Ana Pastor, Arias Cañete y Fernández Díaz,
aislando así, aún más, a Rajoy de otras opiniones que no fueran las suyas o de
su entorno. Estos optaban por hacer política, además de gestión, y comunicación
de la labor de partido y gobierno. Opción desatendida y que tanta culpa tiene
en los últimos resultados del PP y la actual situación política.
Y todo ello mientras empleaba
todo su empeño en ir socavando la posición del PP en el Gobierno, imputando los
fracasos a este y los éxitos al otro, y su poder en el BOE para “pastelear” con
el grupo PRISA en mor de conseguir ser el miembro del ejecutivo de Rajoy mejor
valorado en las sucesivas encuestas del CIS, y todo para cumplir su ambición de
sustituir a Rajoy.
Más todo ello podía quedar atrás
y olvidado si al menos hubiera solventado con éxito la “cuestión catalana” en
que tanto y tan mal se ha empleado.
Tanto que llego a anunciar- nunca
lo hizo porque supondría alejarse físicamente de Rajoy, y todo el mundo en política
como en física que el vacío tiende a ser ocupado por otro cuerpo- que pondría
un despacho en Barcelona y que mantenía una relación excelente con Oriol
Junqueras quien poco menos que le había asegurado que “no iba a pasar nada”.
Todo ello en una apuesta personal que le empujaba a salir triunfante del envite
de modo que unánimemente le auparan al puesto a que aspira y del que se cree
más que merecedora que no es otro que el de Rajoy.
Pero claro lo malo no es que te
engañen, aunque te deje cara de tonta, sino que, teniendo en su mano al
espionaje español, el CNI, le colaran las “urnas chinas” del 1-O y la
inacción interesada de los Mossos de Escuadra que dejaron el papelón a la
Policía Nacional y Guardia Civil.
No había más que ver su mala cara
aquella noche, sus pelos sin arreglar y su gesto desencajado mientras repetía
que no había habido referéndum, cuantas más veces lo hacía menos se lo creía.
En fin, que su figura desde
aquellos días anda de capa caída y no sería descartable, y a lo mejor deseable,
que en una remodelación de competencias-Rajoy no es partidario de cambiar las
caras- se le retirara el CNI y la política de comunicación. Si algo de ello
pasara de aquí a 2018, y no es descartable, no pocos serían los que dejarían de
llamar a su móvil o lo que es peor- para un político este es el mejor índice de
la merma de su poder e influencia-a responder con presteza sus llamadas.
¿No les ha sorprendido, con la
que estaba cayendo, lo rápido que acudió Rajoy a Galicia junto a Feijoo?
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