Solo a Rajoy le corresponde
decidir si será el victorioso Wellington o el derrotado Napoleón.
Tal vez ningún Presidente de
Gobierno en España haya tenido que afrontar este desafío, pero para ello se presentó
a las elecciones, en dos ocasiones pidió la confianza del Congreso y obtenido
juro cumplir con las obligaciones del cargo, cumplir y hacer cumplir la ley.
En momentos como este se conoce
el verdadero carácter de las personas y se retrata ante el conjunto de los
españoles y, lo que le seguirá durante su vida, ante sí mismo al enfrentarse
día a día a su imagen en el espejo.
Esta solo, sí, porque solo a él
corresponde la responsabilidad de decidir si en España la Ley ha perdido su
vigencia y si el más fuerte, el más audaz, se ha hecho dueño de la calle o si
por el contrario el ciudadano puede seguir confiando en que la ley, juzgados, policías,
el resto de ciudadanos y su Gobierno le amparan para que pueda seguir confiando
en mandar sus hijos al colegio, que podrán transitar por las calles en la
confianza de que nadie les hará daño y que a su vuelta para el almuerzo de lo que
solo tendrán que preocuparse es de las
tareas y el próximo examen.
Y para recuperar la confianza
del ciudadano solo hay un camino, aplicar el artículo 155 de la Constitución, suspender
la autonomía catalana y, cuando se pueda, convocar nuevas elecciones autonómicas.
Ni por un momento se pueden mantener
en sus cargos a los que dirigen la sedición. No puede dejarse en sus manos los
instrumentos del poder, escuelas, policías autonómicos, etc. Mantenerlos sería
renunciar a gobernar, es abdicar de la obligación que Rajoy asumió ante todos
los españoles.
Por ello, y ahora, a él le
corresponde decidir, asumir el desafío o abandonar porque España no puede
esperar.
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