Al presidente de Estados
Unidos, aunque tenga buenas ideas le puede lo impulsivo y su prepotencia le
hace no mirar a los demás para aprender cómo tratar a los progres demagogos.
Y es que aún antes de estar
aprobada y de conocerse sus términos exactos (existen diferencias entre los
textos aprobados por el Senado y el Congreso de los Estados Unidos) ya se han alzado
voces en contra de la reforma fiscal de Trump y curiosamente estas críticas han
venido de un grupo selecto de 400 millonarios que lejos de pedir pagar menos
solicitan pagar más.
Entre estos supuestos
filántropos se encuentra el especulador financiero George Soros que no tuvo
empacho en hundir la Libra esterlina británica en 1992 y ganar en aquella
ocasión mil millones de dólares.
Sorprende
entonces que frente a estos actos que retratan al personaje, ahora denuncie que
esta reforma fiscal porque aumentará la desigualdad en Estados Unidos, afectará
a servicios básicos y pida que por el contrario el Gobierno les suba los
impuestos.
El
discurso es directo, sencillo, efectivo y como digo Trump no ha tenido la
cintura que si ha tenido el Gobierno de Noruega para desenmascarar a los
progres de boquilla.
Y
es que el gobierno noruego al plantear su reforma fiscal que bajó
significativamente los impuestos de esa nación escandinava se encontró con
similares críticas por parte de los socialistas. Frente a ello el gobierno noruego
puso en marcha la posibilidad de que aquellos que consideraran insuficiente la
cantidad de impuestos que pagaban que lo corrigieran mediante el pago
voluntaria de una cantidad mayor.
El
que en el primer mes de aplicación de la medida solo se hayan hecho ingresos
por apenas 1.000€ retrata mucho a aquellos que predican para los demás y dan
poco o ningún trigo.
Trump
está todavía a tiempo de poner en evidencia a estos multimillonarios para
ponerlos frente al espejo de su hipocresía o por el contrario facilitarles lo
que voluntariamente predican para los demás.
Con
eso reforzaría lo que no deja de ser una inmejorable noticia para la mayoría de
los estadounidenses como es el duplicar el mínimo exento para las familias, de
12.000 a 24.000 dólares, y para las empresas bajando del 35% al 20% el tipo
impositivo lo que redundara en las mejoras de las condiciones de sus
trabajadores y la retribución a aquellos que invierten en ellas
Y es que no hay mayor
desigualdad que la que se produce por las decisiones arbitrarias de los
gobiernos de turno o someter a los intereses de los grupos de presión la
redistribución de las rentas, tanto más cuanto es la sufrida clase media la que
soporta, en Estados Unidos y España, la mayor parte del esfuerzo fiscal porque
somos aquellos que estamos más controlados y tenemos menos herramientas para
eludir el pago de los impuestos.
Por ello ante el ejemplo de
Estados Unidos solo hay que pedir que el ejemplo cunda y nos llegue algún día a
nosotros.
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