jueves, 30 de noviembre de 2017

Puigdemont, entre el principio y el complejo de Peter



Si no fuera por el daño que ha hecho y el que parece empeñado en continuar haciendo el personaje no merecería mayor atención. Pero hete ahí que, aun siendo un mentiroso manifiesto, un incompetente peligroso hay un buen número de catalanes que parecen abonados a abundar en el error y mantienen la intención de votarlo.

Puigdemont en cualquier estudio de psicología e ingeniería social aparecería como el cumplimiento superlativo del Principio de Peter, aquel porque el incapaz, el inane, o más sencillamente el peor de los sujetos puede escalar hasta lo más alto de la jerarquía política para hacer realidad de aquello de cuanto peor, mejor.

Su propio acceso a la presidencia de la Comunidad Autónoma catalana ya fue de traca. Aupado por los antisistema de la CUP se convirtió en el brazo ejecutor de su mentor Artur Mas a la vez que supeditaba su acción de gobierno al delirio separatista de aquellos que reclamaban la Republica catalana “aquí y ahora” sin más propósito que romper la convivencia de todos los españoles y poner patas arriba nuestro sistema político a ver si con este cuanto peor mejor sus colegas de Podemos se hacían con las riendas del poder político en lo que restara de España.

En estos años ninguna mejora se conoce en la educación, sanidad o economía catalana. Todos sus afanes, esfuerzos y presupuestos han ido encaminados a la misma idea, el soborno de aquellos que viéndose “regados” con subvenciones, mejores sueldos, promociones profesionales vinculadas a su implicación con el proceso separatista y excluyente, realimentaban el fenómeno de manera exponencial.

Y todo ello para después de tanto afán concluir en la nada. Mucho ruido... y no es que haya habido pocas nueces, es que han estado a punto de secar el árbol, como demuestran las deslocalizaciones de empresas, la perdida de inversiones, la bajada de ventas, alquileres y lo que es peor la generación de un enfrentamiento entre vecinos que tiene trazas de continuar durante mucho tiempo.

Si esto fuera poco nuestro prófugo de la justicia está aquejado del complejo de Peter Pan, aquel niño vestido de Robín Hood que se negaba a crecer. Y es que, comprobada su más absoluta soledad, abandonado por todos aquellos que le daban palmaditas en la espalda y le decían “pa´lante muchacho, tu puedes” prometiendo no sé qué apoyos o mediaciones internacionales arremete contra la democracia, justicia española o la mismísima Unión Europea.

Como otros muchos juguetes rotos de la política no se sabe muy bien si lleva a la risa o a la pena. Aunque pensándolo mejor son los catalanes en los que aún encuentra apoyo quienes más pena me dan por su ceguera voluntaria y su nula voluntad de enmienda, va a ser verdad que lo que de verdad necesitan son trenes llenos de psiquiatras.

 

 

No hay comentarios: