Pedro Sánchez ha tirado la toalla,
ha renunciado a presidir algún día el Gobierno de España y se conforma con
liderar una oposición de izquierdas cada día más menguante.
No cabe otra conclusión ante su
consciente distanciamiento del electorado de centro, su despego de las demandas
ciudadanas más sensibles y su sectarismo con sus mismos compañeros, los mismos
que habrían de auparle a la presidencia del Gobierno.
De un tiempo a esta parte Pedro Sánchez
parece haber entregado sin lucha la implantación del PSOE en el centro a favor
de Ciudadanos sin siquiera plantear lucha para ello y escorándose hacia la
extrema izquierda y el nacionalismo separatista mimetizándose en cuanto tiene
ocasión con Podemos, los separatistas y aquellos que usan la lengua para
dividir y separar.
De otra manera no se entiende su
tibio apoyo al Gobierno de España en la aplicación del artículo 155, el rechazo
a la candidatura de Guindos para el Banco Central europeo, su oposición a la
ley de Seguridad Pública, su apoyo a la derogación de la Prisión Permanente
Revisable entre otras iniciativas políticas que le llevan a jalear a los
extremistas de izquierdas en cuanta ocasión tienen.
Frente a estas iniciativas que lo
escoran cada vez más a la izquierda y el radicalismo lo único que se le ha
ocurrido para tratar de taponar la sangría de votos por el centro ha sido etiquetar
a Ciudadanos como representante de la derecha extrema. Patético, e inútil intento
pues aparte de desconocer la calificación que los españoles dan a Ciudadanos en
las encuestas del Instituto Nacional de estadística parece hacer olvidar que
fue su único apoyo en su frustrado intento de investidura y que habrá de buscar
su apoyo, no solo en mantener el gobierno de Susana Díaz en Andalucía sino las alcaldías
que han de salir de las próximas elecciones en 2019.
No se reduce a ello su ceguera
pues si de un lado reduce su base electoral y por otro agravia a un socio
necesario para cualquier alternativa de poder con su sectarismo está reduciendo
la base electoral de la izquierda mientras el porcentaje de españoles que
apoyan a Ciudadanos y al PP supera el 51% acabando con aquello tan manido de
que España era un país de izquierdas.
Y es que es difícil articular un
discurso mínimamente creíble cuando ni siquiera es capaz de gobernar y poner
paz en su partido. El PSOE anda desgarrado sin que dos elecciones del líder por
primarias hayan servido para restaurar la unidad del mensaje y el apoyo a su
Secretario General. Fruto de esa inseguridad y falta de apoyos ha querido
remediarla internamente eliminando cualquier poder orgánico que se interponga a
su voluntad, fiando lo que resta a la participación de los militantes
desconociendo que no será esa minoría radicalizada y cada vez más sectaria la
que le aupara al Gobierno sino su sintonía con los electores.
Y para ello es preciso contar con
sus representantes en Autonomías y Ayuntamientos que han acreditado su respaldo
electoral en el voto de sus ciudadanos. Personas como Javier Fernández en Asturias,
Susana Díaz en Andalucía, Javier Lamban en Aragón no son fácilmente prescindibles
y son los intermediarios necesarios para trasladar cualquier mensaje y apoyo
que genere confianza en el futuro votante. Pues Pedro Sánchez no solo los atrae,
sino que aprovecha cualquier ocasión para afrentarlos como ha hecho con Felipe González,
Rubalcaba, Alfonso Guerra y cuantos o le bailan el agua con lo que ha
conseguido que su previsto baño de legitimidad y apoyo de su “Escuela de Buen
Gobierno” se haya convertido en la plasmación de su soledad y es que Pedro Sánchez
parece empeñado en hacer verdad aquello que dijo MacArthur de los viejos
soldados “no desaparecen, pero se diluyen lentamente”.
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