No hay cosa más disolvente de la
confianza de los ciudadanos en la justicia que la impunidad, y más si el impune
es un poderoso. Poderoso en lo económico, político o social.
Una vez que el ciudadano
interioriza que hay intocables, que la justicia no es igual para todos empieza
a descomponer el cuerpo social y la solidaridad que le da cohesión a través de
la desobediencia a las leyes y negación de autoridad a la justicia. Eso y no otra
cosa es lo que de verdad descompone a una nación, fomenta las revoluciones y
atrae la anarquía.
Pues bien, parece que la Fiscalía
alemana va poniendo las cosas en su sitio y los plazos para que España reciba
al prófugo de la justicia, el Sr. Carlos Puigdemont se van acortando. Y esto es
bueno para todos, incluso para los separatistas.
Hasta ahora comportamientos como
la eliminación del español de las escuelas, el multar por rotular en español y
tantos otros pasaban sin sanción a pesar de que es un derecho fundamental de
todo español el conocerlo y usarlo al igual que el resto de lenguas cooficiales
en aquellos territorios en las que son comunes.
Hasta ahora han pasado sin sanción
vejaciones públicas a la Corona y a la bandera de España por parte de dirigentes
políticos arribistas como Ada Colau y algunos otros que se hacen los valientes
cuando se creen impunes. E impunes se han sentido durante años los nacionalistas
vascos, catalanes, gallegos y de otras tantas tribus cuando han ido propalando
toda suerte de agravios, mentiras y vejaciones a los que nos consideramos
españoles y nos sentimos como en casa en cualquier rincón de nuestra nación
además de comprometidos con el bien común de los españoles con independencia de
donde vivan.
Pues bien, eso está bien cerca de
acabar, y de acabar de la mejor manera posible, enjuiciando no a unos actores
menores de esta tragedia que ha sido la intentona secesionista devenida en
comedia bufa, sino yendo a su cabeza, al vértice de la escala de mando,
impidiendo con la acción de la justicia que sean los “mandados” quienes de
nuevo carguen con las culpas de sus dirigentes.
Y es que hubiera sido disolvente
para la credibilidad de la Justicia española y la consideración social que se
le debe por los ciudadanos que el Sr Carlos Puigdemont no hubiera comparecido
ante los tribunales españoles o lo hubiera hecho por conductas de menos
gravedad que sus obedientes vasallos.
De darse el caso, juzgarse y
castigarse por supuestos de menor importancia que al resto, la sensación de la
impunidad del poderoso, de aquel que escapa a la acción de la justicia y se aprovecha
de las reglas trucadas a su favor, hubiera sido tan fuerte que hubiera minado
fuertemente, casi irreversiblemente, la confianza de los españoles de que todos,
del Rey para abajo, somos iguales ante la ley.
Por ello hoy es un día para
felicitarse los ciudadanos de orden, respetuosos con la ley y el bien común. Y
lo es porque nos reafirma en la convicción de la igualdad ante la ley y en la
tranquilidad que nos da la convicción de que otros, el PNV pongamos por caso,
se tentara mucho la ropa, antes de poner a España en una situación como a la
que nos ha llevado el Sr. Puigdemont y sus mariachis.
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