La Alcaldesa
de Barcelona, Ada Colau, acaba de imponer una moratoria la al construcción y
apertura de nuevos hoteles en la ciudad condal.
La medida no traerá
el efecto buscado, limitar las aglomeraciones de turistas en la Ciudad Condal,
además de traer consecuencias perjudiciales a corto, medio y largo plazo.
Vayamos con
los perjuicios inmediatos y con repercusiones a medio y largo plazo.
Se pierde
empleo, albañiles, fontaneros, carpinteros, aparejadores y arquitectos que se
ocupan de la construcción a parte de los camareros, recepcionistas y cocineros
que iban a ocuparse de los hoteles que no nacerán ¿Qué pensaran de la Alcaldesa
los que quedaran en paro y la votaron hace apenas unas semanas?
Se cae en la inseguridad jurídica ante futuras
inversiones al paralizar obras o aperturas que tenían en regla sus licencias.
La medida es arbitraria y seguro que
acarreara más de una indemnización por el daño sufrido a cargo de los
ciudadanos de Barcelona, Colau seguro que no pagara un euro por su
responsabilidad.
Se genera un
fuerte deterioro patrimonial en aquellos
que pusieron su dinero en la compra de solares o edificios, pagan unas obras, terminadas o pendientes de concluir, y
esperaban empezar a recuperar su inversión al abrir sus establecimientos con
todos sus papeles en regla.
Ante tanta
frivolidad a ver quien vuelve a invertir en Barcelona.
Y lo peor es
que la moratoria no traerá el efecto buscado. Si lo que se quiere es acabar con
las aglomeraciones de turistas la moratoria no es una buena idea. A la
naturaleza, incluso la humana, no se la vence oponiéndose a sus leyes sino obedeciéndolas.
Lo que pasa es que decir esto en voz alta no es correcto políticamente para la
Alcaldesa y la formación que la sustenta.
Lo que molesta
a los vecinos de Barcelona son los turistas de bajo presupuesto, los que no
compran en sus comercios más que la botella de agua, el bocadillo y la camiseta
de recuerdo, aquellos que mean en sus fachadas y gritan hasta altas horas de la
noche por sus borracheras de calimocho.
Acabar con
ellos es muy fácil y el truco esta en el precio. Imponga inspecciones y tasas a
los alojamientos irregulares, aumente las tasas de aparcamiento y circulación a los
autobuses turísticos que llevan excursionistas,
no aquellos que si se alojan en la
ciudad, y vera como cae la afluencia de viajeros que no dejan en Barcelona más
que suciedad y ruido. Ah, pero eso es clasista, es ir contra el turismo de
chanclas y eso no lo puede ni decir ni hacer esta Alcaldesa. Pero es así.
Empezar por
acabar por el turismo de lujo es un error. Estos turistas no hacen ruido, sus
fiestas son privadas, en locales cerrados y habilitados, pagan por sus
alojamientos mucho más de lo que es su coste, compran y consumen productos de
alto valor añadido y generan empleos de calidad. Son el objeto de deseo de
cualquier urbe moderna, pero parece que Barcelona renuncio hace tiempo a serlo
y va camino de terminar en un destino ramplón y de aldea.
Y para
terminar, los hoteles baratos seguirán construyéndose en las localidades
cercanas a Barcelona, sus inquilinos seguirán visitando la ciudad condal y
dejando sus efectos nocivos, ruidos, aglomeraciones sin que por ello la ciudad
y sus vecinos reciban contraprestación alguna. Sufrirán los perjuicios sin
recibir los beneficios. Y es que no se pueden poner vallas al campo.