martes, 7 de julio de 2015

Poner vallas al campo. La Alcaldesa de Barcelona impone la moratoria hotelera



La Alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, acaba de imponer una moratoria la al construcción y apertura de nuevos hoteles en la ciudad condal.

La medida no traerá el efecto buscado, limitar las aglomeraciones de turistas en la Ciudad Condal, además de traer consecuencias perjudiciales a corto, medio y largo plazo.

Vayamos con los perjuicios inmediatos y con repercusiones a medio y largo plazo.

Se pierde empleo, albañiles, fontaneros, carpinteros, aparejadores y arquitectos que se ocupan de la construcción a parte de los camareros, recepcionistas y cocineros que iban a ocuparse de los hoteles que no nacerán ¿Qué pensaran de la Alcaldesa los que quedaran en paro y la votaron hace apenas unas semanas?

Se cae en la inseguridad jurídica ante futuras inversiones al paralizar obras o aperturas que tenían en regla sus licencias. La medida es  arbitraria y seguro que acarreara más de una indemnización por el daño sufrido a cargo de los ciudadanos de Barcelona, Colau seguro que no pagara un euro por su responsabilidad. 

Se genera un fuerte  deterioro patrimonial en aquellos que pusieron su dinero en la compra de solares o edificios, pagan unas obras,  terminadas o pendientes de concluir, y esperaban empezar a recuperar su inversión al abrir sus establecimientos con todos sus papeles en regla.

Ante tanta frivolidad a ver quien vuelve a invertir en Barcelona.

Y lo peor es que la moratoria no traerá el efecto buscado. Si lo que se quiere es acabar con las aglomeraciones de turistas la moratoria no es una buena idea. A la naturaleza, incluso la humana, no se la vence oponiéndose a sus leyes sino obedeciéndolas. Lo que pasa es que decir esto en voz alta no es correcto políticamente para la Alcaldesa y la formación que la sustenta.

Lo que molesta a los vecinos de Barcelona son los turistas de bajo presupuesto, los que no compran en sus comercios más que la botella de agua, el bocadillo y la camiseta de recuerdo, aquellos que mean en sus fachadas y gritan hasta altas horas de la noche por sus borracheras de calimocho.

Acabar con ellos es muy fácil y el truco esta en el precio. Imponga inspecciones y tasas a los alojamientos irregulares, aumente las  tasas de aparcamiento y circulación a los autobuses turísticos que llevan  excursionistas, no aquellos que  si se alojan en la ciudad, y vera como cae la afluencia de viajeros que no dejan en Barcelona más que suciedad y ruido. Ah, pero eso es clasista, es ir contra el turismo de chanclas y eso no lo puede ni decir ni hacer esta Alcaldesa. Pero es así.

Empezar por acabar por el turismo de lujo es un error. Estos turistas no hacen ruido, sus fiestas son privadas, en locales cerrados y habilitados, pagan por sus alojamientos mucho más de lo que es su coste, compran y consumen productos de alto valor añadido y generan empleos de calidad. Son el objeto de deseo de cualquier urbe moderna, pero parece que Barcelona renuncio hace tiempo a serlo y va camino de terminar en un destino ramplón y de aldea.

Y para terminar, los hoteles baratos seguirán construyéndose en las localidades cercanas a Barcelona, sus inquilinos seguirán visitando la ciudad condal y dejando sus efectos nocivos, ruidos, aglomeraciones sin que por ello la ciudad y sus vecinos reciban contraprestación alguna. Sufrirán los perjuicios sin recibir los beneficios. Y es que no se pueden poner vallas al campo.

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