“La mujer que diga que nunca ha
sentido discriminación miente”, así de rotunda se expresaba la actriz Penélope
Cruz en la última gala de los Goya, remedando aquello de si no estás conmigo estás
contra mí, en línea con el movimiento #meetoo que está asolando la otra orilla
del atlántico e intenta arrastrarnos a todos en su ofensiva puritana y sexista.
De igual modo que un mal
periodista nunca permitirá que la realidad le reviente un buen titular está
señora y su corte de palmeros no admiten la mínima desviación a su verdad
revelada. Si tuvieran un mínimo sentido crítico se verían reflejados en
aquellos que tanto critican pues su actitud no es muy distinta de aquellos que mantenían
contra toda evidencia científica que la Tierra era el centro del universo.
Y ello porque no sé si se han
pasado por cualquier oficina de la Administración, hospital, sala de justicia o
toma de posesión de opositores aprobados para comprobar que la presencia
femenina es preponderante frente a la masculina. Menciono estos espacios porque
el acceso a los mismos son producto de una oposición donde cada uno de los que
opta lo hace en base a sus conocimientos y donde la discriminación es imposible,
y lo hago porque numéricamente no es nada irrelevante.
Juezas, medicas, maestras y otros
tantos colectivos de mujeres podrían decirle a esta señora tan mal informada
que su acceso a un empleo o profesión no se justifica por cuota alguna sino por
una probada capacidad y mérito conseguido tras no pocos años de estudio y
esfuerzo.
Pero esa parte de la realidad no
interesa, lo que si interesa es la matraca de la queja permanente de la que
viven muy bien remunerados componentes de “observatorios” y demás asesores de género,
brechas salariales y otros inventos al uso de quienes son incapaces de ser otra
cosa o de otra manera.
Desgraciadamente no es el caso de
la Sra. Cruz el único caso de simplismo y lo lamentable es que el estar a favor
de la corriente arrastra a quien debiera estar por encima de estas cosas y
contemplar la realidad con ecuanimidad. Me refiero en este caso a la ministra
de Sanidad, Dolores Monserrat, que preguntada por su pertenencia a la “cuota”
femenina y catalana del Gobierno de España reconocía sin pudor serlo por
catalana y sin embargo descartaba airadamente que su puesto fuera debido a la
cuota femenina, si no muy al contrario por su preparación para el cargo.
¿Se habar parado a pensar la Sra.
Ministra que tanto como a ella puede molestarles a miles de mujeres que su
progreso profesional se le vincule a la pertenencia a una “cuota”? Pues por
favor no persistamos en el error.
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