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jueves, 26 de abril de 2018

La ley de la horca


En este tiempo que nos ha tocado vivir si por algo se caracteriza es por la prevalencia de la emoción sobre la razón. Signo de ello son doctrinas como la “educación emocional” y  la relevancia que ha adquirido eso del coaching que no es otra cosa que hacernos creer que ¡si se puede! aunque la ley de la gravedad y los sentidos nos demuestren que no y que además es imposible.

Pues bien, este tiempo en el que se suspira por una eterna adolescencia física e intelectual, con una negación al envejecimiento y a madurar, uno de sus símbolos es la rapidez, la inmediatez de los juicios, su amplia generalización a través de las redes sociales que lleva a dictar la “verdad única” contra la que cualquier argumentación es negacionismo cuando no puro fascismo.

Todo esto viene a cuento de las reacciones ante dos procedimientos judiciales, que coincidentemente tienen lugar por acontecimientos sucedidos en la Comunidad Foral de Navarra.

Y sí, me refiero al abuso sexual sobre una chica por cinco indeseables y el apaleamiento de dos mandos de la guardia civil y sus mujeres por una turba de abertzales que tienen más similitudes de las que pudiera parecer.

En ambos casos ha habido mucha repercusión social, televisiva, en las redes sociales y en torno a los dos casos ha habido movilizaciones y manifestaciones callejeras en las que ha tenido presencia destacada el abertzale Ayuntamiento de Pamplona.

Curiosamente en unas a favor de la víctima y en las otras a favor de los agresores, teniendo muy serias sospechas de que algunos de los navarros acudieron tanto a una como a otra, lo que como poco daría para un curioso estudio psicológico sobre la escala de valores de los aludidos.

En uno de los casos ya ha habido sentencia que ha descartado la existencia de agresión, al no concurrir violencia.  Y a resulta de ello ya se han oído exabruptos como “esta justicia es una mierda” ó “hay jueces que no merecen serlo” por el hecho de que consideran que la sola prevalencia de cinco contra uno- ante lo que en mi infancia decíamos aquello de “mierda para cada uno”- es suficiente muestra de violencia o intimidación insuperable.

Lo curioso es, que coincidiendo yo con ellos en que la prevalencia del número es un elemento claramente intimidatorio, sin embargo, a esas turbas vociferantes no se les caiga la cara de vergüenza por la contradicción en que incurren cuando niegan tal carácter de violencia al pateamiento, apaleamiento por una turba de veinte o más indeseables a dos varones y dos mujeres indefensos, con lo cual se reafirma aquello de que “nada es verdad ni mentira sino del color del cristal a través del que se mira” y el que en las reacciones de la masa hay más de estómago y emoción que de cabeza y razón.

Y como eso es así, sigo prefiriendo mil veces la Justicia impartida por jueces y magistrados que podrán ser corregidos por las sucesivas instancias de la Audiencia o Tribunal Supremo que en sus deliberaciones habrán tenido en su mano todos los hechos probados y la ley aplicable al caso antes que la de la turba irreflexiva y  manipulable de los juicios sumarísimos que la más de las veces acabaría con el encausado colgado de un pino por aquellos mismos que echan una lagrimita cuando ven morir a la madre de Bambi.

 ¡Por Dios cuánto daño ha hecho Disney!

 

jueves, 8 de febrero de 2018

La secta no admite discrepantes

La mujer que diga que nunca ha sentido discriminación miente”, así de rotunda se expresaba la actriz Penélope Cruz en la última gala de los Goya, remedando aquello de si no estás conmigo estás contra mí, en línea con el movimiento #meetoo que está asolando la otra orilla del atlántico e intenta arrastrarnos a todos en su ofensiva puritana y sexista.

De igual modo que un mal periodista nunca permitirá que la realidad le reviente un buen titular está señora y su corte de palmeros no admiten la mínima desviación a su verdad revelada. Si tuvieran un mínimo sentido crítico se verían reflejados en aquellos que tanto critican pues su actitud no es muy distinta de aquellos que mantenían contra toda evidencia científica que la Tierra era el centro del universo.

Y ello porque no sé si se han pasado por cualquier oficina de la Administración, hospital, sala de justicia o toma de posesión de opositores aprobados para comprobar que la presencia femenina es preponderante frente a la masculina. Menciono estos espacios porque el acceso a los mismos son producto de una oposición donde cada uno de los que opta lo hace en base a sus conocimientos y donde la discriminación es imposible, y lo hago porque numéricamente no es nada irrelevante.

Juezas, medicas, maestras y otros tantos colectivos de mujeres podrían decirle a esta señora tan mal informada que su acceso a un empleo o profesión no se justifica por cuota alguna sino por una probada capacidad y mérito conseguido tras no pocos años de estudio y esfuerzo.

Pero esa parte de la realidad no interesa, lo que si interesa es la matraca de la queja permanente de la que viven muy bien remunerados componentes de “observatorios” y demás asesores de género, brechas salariales y otros inventos al uso de quienes son incapaces de ser otra cosa o de otra manera.

Desgraciadamente no es el caso de la Sra. Cruz el único caso de simplismo y lo lamentable es que el estar a favor de la corriente arrastra a quien debiera estar por encima de estas cosas y contemplar la realidad con ecuanimidad. Me refiero en este caso a la ministra de Sanidad, Dolores Monserrat, que preguntada por su pertenencia a la “cuota” femenina y catalana del Gobierno de España reconocía sin pudor serlo por catalana y sin embargo descartaba airadamente que su puesto fuera debido a la cuota femenina, si no muy al contrario por su preparación para el cargo.

¿Se habar parado a pensar la Sra. Ministra que tanto como a ella puede molestarles a miles de mujeres que su progreso profesional se le vincule a la pertenencia a una “cuota”? Pues por favor no persistamos en el error.