El ruido ambiental que genera día
a día el “okupa” Sánchez y sus socios golpistas nos puede impedir fijarnos es
otras cosas de importancia con la que pretenden conformar nuestro porvenir, y
una de ellas, y no la menos importante, es como hemos de acabar nuestros días.
Pues bien, el pasado jueves 25 el
Congreso de los Diputados decidió seguir adelante en la tramitación de la ley
de Eutanasia en España.
La primera reflexión que acude a
mi cabeza es que ante la supuesta petición de alguien que sufre una enfermedad la
respuesta que le de la sociedad es que “te
vamos a matar o ayudar a que tú lo hagas”.
Más a mas acude a mí las palabras
de la cesada ministra de Sanidad, Carmen Montón, del Gobierno del “okupa”
Sánchez, en una extensa entrevista pue publico El
Mundo al poco de estrenar su cargo señalo ante la incidencia del suicidio,
10 al día, que Hay que eliminar el tabú y el estigma, la vergüenza que lleva
consigo el suicidio “Estamos planteando
tres patas (para abordar el tema). Una asistencial hacia las personas y con los
profesionales. Y una parte de sensibilización social. Habrá campañas, acuerdos
con los medios y redacción de libros de estilo para hablar de suicidio enfocado
a la prevención. Y habrá una estrategia sanitaria para el abordaje del suicidio
y manejo de la conducta suicida.”
Un enfoque del problema,
planteado hacía la prevención de la disposición por nuestra propia mano de
nuestra propia vida que casa muy mal con la opinión que esa misma exministra expresaba
sobre el tema de la eutanasia en esa misma entrevista y por la cual y ante la
pregunta de ” ¿Cuándo podrá un enfermo o un discapacitado decidir su muerte?” contestaba
sin ambages “Cuando concluya el procedimiento de ley…… porque la propiedad de
la vida también implica poder decidir cuándo se termina.” Todo un ejemplo
de coherencia, tanto más que si como ella planteaba el suicido tenía mucho de
trastorno mental, enfermedad, ¿Por qué ha de negarse a unos enfermos y no a
otros el derecho a decidir cuando concluye su vida y por su mano o la de otros?
Esto en cuanto a las actitudes,
incoherencias de sus promotores. Pero hay más. ¿Por qué rendirnos ante la
enfermedad y el sufrimiento? ¿Por qué ese abandono a adoptar medidas positivas
de apoyo, económico, acompañamiento al enfermo y sus familiares que hagan dicho
transito más llevable?
De inicio se opta por un
planteamiento economicista, ellos los paladines de los antirecortes al Estado
del bienestar, son los mismos que se abstiene de ampliar o mejorar el gasto
atendiendo a las personas dependientes y quienes los cuidan-vean sino el número
de peticiones sin contestar y el retraso acumulado en ello- y de otra se deja
en sus manos o la de sus agentes intermedios, sanitarios o gestores, decidir quién
es susceptible de ello, y como se suple la voluntad del interesado. ¿Será quien
decida un gerente de hospital agobiado por la larga ocupación de una cama por
un paciente? ¿Su familia, que familia, agobiada por el esfuerzo económico y
personal de asistir a quien no se vale por sí mismo? ¿Al paciente agobiado por
el dolor, físico o psíquico de ver mermado su autonomía personal y al que
paulatinamente se le merma de su valor, como si todo se redujera a la capacidad
de aportar al mercado?
De nuevo acude a mi memoria la
imagen de Juan Pablo II aquejado de dolores y que renuncio a abdicar de su
condición de Papa, de su condición como persona, hasta el final asumiendo ese
sufrimiento como una ofrenda a la vida y al creador, que le había regalado la vida,
el bien más preciado.
Antes de seguir adelante con tal despropósito
y esta bajada de manos ante la esperanza y la vida, cubramos estas situaciones,
personas y su entorno, de los medios y afecto necesario para hacer completa su
vida.
En nuestra mano esta no llegar a
la Eutanasia para transitar a la Eugenesia,
del Suicidio al Asesinato.