Recientemente el Instituto Nacional de Estadística ha
publicado los datos sobre la composición y variación del consumo de los hogares
españoles.
Según el INE, los hogares españoles han tenido que
apretarse el cinturón un 8,5% durante la crisis. Al menos, eso es lo que ha
bajado el gasto familiar entre 2008 y 2014, aunque con grandes diferencias. En
general, el mayor ajuste se ha producido en los gastos relacionados con el
hogar, muebles, electrodomésticos y otros aparatos. Descenso lógico si tenemos
en cuenta la parálisis del mercado de la vivienda que arrastra a estos sectores
con él.
En el lado contrario se encuentran los dispositivos de telefonía, a los que ahora dedicamos más de tres veces más presupuesto que en el año 2008 y es que el precio de los smarthphones nada tiene que ver con el de los móviles de hace unos años. Mientras que la inversión en dispositivos se ha disparado, el resto de la factura de teléfono ha bajado un 16% según el INE.
En el lado contrario se encuentran los dispositivos de telefonía, a los que ahora dedicamos más de tres veces más presupuesto que en el año 2008 y es que el precio de los smarthphones nada tiene que ver con el de los móviles de hace unos años. Mientras que la inversión en dispositivos se ha disparado, el resto de la factura de teléfono ha bajado un 16% según el INE.
Además, también gastamos un 33% más que en 2008 en
electricidad, gas y combustibles, debido fundamentalmente a la subida de
precios que han vivido estos productos desde el inicio de la crisis.
Pues bien aquí hay dos componentes diferenciados en cuanto
al ejercicio de la opción o no de compra y del agente promotor del
encarecimiento, o a sensu contrario de su no abaratamiento.
En cuanto a la telefonía hay que reconocer un componente
esencialmente individual e intransferible del ciudadano que ha elegido mantener
su interconexión con el medio social que le rodea frente a otras opciones de
consumo. Llamativo es que en tiempos de crisis y donde el low cost se impone en
la mayoría de los sectores económicos sea en el sector de la telefonía donde la
alta gama tiene un efecto arrastre mayor y se prioriza frente a otros bienes de
primera necesidad en todas las capas sociales.
Sin embargo en los costes de energía, electricidad, gas y
combustibles, debemos responsabilizar de ello al gobierno pues ante un mercado
a la baja en la demanda de estos productos, fruto del decaimiento de la
actividad económica, sus costes han seguido al alza sin que el gobierno haya
introducido medidas que lo palien.
La financiación del déficit de tarifa y el parón de
subvenciones a la renovable-indispensable en todo caso-no se ha traducido en un
menor coste para el usuario. No se han introducido medidas efectivas de
competencia que limiten el papel de los oligopolios de oferta que mantiene
precios de venta superiores a los que se corresponderían con los valores de
mercado de los productos y sin que la carga fiscal pueda ser tratada como
responsable de ello. Es por eso que se
echan en falta reformas que introduzcan una verdadera competencia que
reduciendo sus costes alivie la carga financiera de hogares y la industria y
con ello nos haga más competitivos para las inversiones y el desarrollo
económico y del empleo. Y la pena es que de eso muy pocos o nadie hablan. Es la
diferencia entre lo importante y lo accesorio.
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