martes, 23 de junio de 2015

Lo importante y lo superfluo. En que ha cambiado el consumo de los españoles durante la crisis



Recientemente el Instituto Nacional de Estadística ha publicado los datos sobre la composición y variación del consumo de los hogares españoles.

Según el INE, los hogares españoles han tenido que apretarse el cinturón un 8,5% durante la crisis. Al menos, eso es lo que ha bajado el gasto familiar entre 2008 y 2014, aunque con grandes diferencias. En general, el mayor ajuste se ha producido en los gastos relacionados con el hogar, muebles, electrodomésticos y otros aparatos. Descenso lógico si tenemos en cuenta la parálisis del mercado de la vivienda que arrastra a estos sectores con él.

En el lado contrario se encuentran los dispositivos de telefonía, a los que ahora dedicamos más de tres veces más presupuesto que en el año 2008 y es que el precio de los smarthphones nada tiene que ver con el de los móviles de hace unos años. Mientras que la inversión en dispositivos se ha disparado, el resto de la factura de teléfono ha bajado un 16% según el INE.

Además, también gastamos un 33% más que en 2008 en electricidad, gas y combustibles, debido fundamentalmente a la subida de precios que han vivido estos productos desde el inicio de la crisis.

Pues bien aquí hay dos componentes diferenciados en cuanto al ejercicio de la opción o no de compra y del agente promotor del encarecimiento, o a sensu contrario de su no abaratamiento.

En cuanto a la telefonía hay que reconocer un componente esencialmente individual e intransferible del ciudadano que ha elegido mantener su interconexión con el medio social que le rodea frente a otras opciones de consumo. Llamativo es que en tiempos de crisis y donde el low cost se impone en la mayoría de los sectores económicos sea en el sector de la telefonía donde la alta gama tiene un efecto arrastre mayor y se prioriza frente a otros bienes de primera necesidad en todas las capas sociales.

Sin embargo en los costes de energía, electricidad, gas y combustibles, debemos responsabilizar de ello al gobierno pues ante un mercado a la baja en la demanda de estos productos, fruto del decaimiento de la actividad económica, sus costes han seguido al alza sin que el gobierno haya introducido medidas que lo palien.

La financiación del déficit de tarifa y el parón de subvenciones a la renovable-indispensable en todo caso-no se ha traducido en un menor coste para el usuario. No se han introducido medidas efectivas de competencia que limiten el papel de los oligopolios de oferta que mantiene precios de venta superiores a los que se corresponderían con los valores de mercado de los productos y sin que la carga fiscal pueda ser tratada como responsable de ello.  Es por eso que se echan en falta reformas que introduzcan una verdadera competencia que reduciendo sus costes alivie la carga financiera de hogares y la industria y con ello nos haga más competitivos para las inversiones y el desarrollo económico y del empleo. Y la pena es que de eso muy pocos o nadie hablan. Es la diferencia entre lo importante y lo accesorio.

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