Cuando las naciones o cualquier
organización duda de si mismo, se replantea su razón de ser o los principios
que estuvieron en el origen de su nacimiento y pervivencia en el tiempo siempre
hay aprovechados u oportunistas decididos a “pescar en río revuelto”.
No otra cosa es lo que pasa hoy
con el secesionismo de Mas con respecto a España o el oportunismo de
Camerón con la Unión Europea.
Los distingue que mientras uno ha
llegado hasta aquí en una permanente perdida de representatividad popular de
las ideas que dice representar y acuciado por un horizonte penal por delitos de
corrupción el otro, Camerón, llega después de prometer lo que nadie le pidió que
hiciera y empeñado en que es más importante mantenerse en el error que reconocer que se equivoco.
Pero en los dos hay un mismo
error de cálculo y es creer que se puede exigir hasta el límite de
desnaturalizar aquello de lo que forman parte sin entender lo que es España o la Unión Europea, como se ha llegado
a ello y la razón de su éxito.
Lo conseguido hasta ahora por
España o la Unión Europea, su bagaje cultural, peso económico e influencia en
el mundo es producto de la asunción de los deberes y obligaciones comunes en aras de un objetivo superior al interés individual de cada una de las partes
que lo componemos e imposible de obtener individualmente por cada uno de los
miembros -ciudadanos o Estados- que los
integramos.
El egoísmo y el miedo son
sentimientos con un gran poder de enajenación de la razón y que hacen perder la perspectiva de aquellos que
solo contemplan su supervivencia penal o política imponiendo los costes de su fracaso a los
demás.
Frente a ellos solo vale plantarse,
hacerles ver que hasta aquí se llegó y que la pertenencia a una comunidad que
te arropa y protege con el imperio de la ley solo se justifica con la asunción
de que no hay persona o Estado per encima de esa Ley cuyo cumplimiento
distingue a una sociedad libre de una tiranía
o un latrocinio.
Por ello haríamos bien españoles
y europeos en rearmarnos moralmente, en valorar la superioridad de nuestros
principios, aquellos que nos han llevado
a una prosperidad nunca alcanzada y una paz muy poco disfrutada en otros
rincones del mundo y que hacen que seamos un espejo en el que se mira el resto.
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