martes, 10 de noviembre de 2015

Cuando la parte chantajea al todo... y se pasa de frenada


Cuando las naciones o cualquier organización duda de si mismo, se replantea su razón de ser o los principios que estuvieron en el origen de su nacimiento y pervivencia en el tiempo siempre hay aprovechados u oportunistas decididos a “pescar en río revuelto”.

No otra cosa es lo que pasa hoy con el secesionismo de Mas con respecto a España o el oportunismo de Camerón con la Unión Europea.

Los distingue que mientras uno ha llegado hasta aquí en una permanente perdida de representatividad popular de las ideas que dice representar y acuciado por un horizonte penal por delitos de corrupción el otro, Camerón, llega después de prometer lo que nadie le pidió que hiciera y empeñado en que es más importante mantenerse en el error que reconocer que se equivoco.

Pero en los dos hay un mismo error de cálculo y es creer que se puede exigir hasta el límite de desnaturalizar aquello de lo que forman parte sin entender lo que es  España o la Unión Europea, como se ha llegado a ello y la razón de su éxito.

Lo conseguido hasta ahora por España o la Unión Europea, su bagaje cultural, peso económico e influencia en el mundo es producto de la asunción de los deberes y obligaciones  comunes en aras de un objetivo superior al  interés individual de cada una de las partes que lo componemos e imposible de obtener individualmente por cada uno de los miembros -ciudadanos o  Estados- que los integramos.

El egoísmo y el miedo son sentimientos con un gran poder de enajenación de la razón y que   hacen perder la perspectiva de aquellos que solo contemplan su supervivencia penal o política imponiendo los costes de su fracaso a los demás.

Frente a ellos solo vale plantarse, hacerles ver que hasta aquí se llegó y que la pertenencia a una comunidad que te arropa y protege con el imperio de la ley solo se justifica con la asunción de que no hay persona o Estado per encima de esa Ley cuyo cumplimiento distingue a  una sociedad libre de una tiranía o un latrocinio.

Por ello haríamos bien españoles y europeos en rearmarnos moralmente, en valorar la superioridad de nuestros principios, aquellos que  nos han llevado a una prosperidad nunca alcanzada y una paz muy poco disfrutada en otros rincones del mundo y que hacen que seamos un espejo en el que se mira el resto.

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