Oculto por la estridencia del
debate separatista de los señores Puigdemont, Mas y demás compañeros mártires, para
la mayoría de españoles está pasando desapercibido la gravedad de lo que está
pasando en la Comunidad Foral de Navarra.
De ser un ejemplo de convivencia,
ciudadanos serios y trabajadores con un arraigado sentimiento de navarros y
españoles, Navarra y los navarros están llenando los telediarios y periódicos
nacionales por hechos que nos deben llenar de inquietud y ser una llamada para
despertar ante la gravedad de lo que allí está ocurriendo.
Lo de menos es la reaparición de
la kaleboroca en sus calles y Universidades, la derogación de la ley de símbolos
para permitir el izado de la ikurriña en los balcones de sus instituciones. Y
digo que es lo menos importante, siéndolo y mucho, por cuanto no son sino síntomas
de una enfermedad más grave que lleva gestándose desde hace mucho tiempo y a la
que los españoles no hemos sabido hacerle frente.
Mientras los españoles hemos
sabido enfrentarnos a ETA hasta llevarla a la antesala de su rendición
incondicional, sin embrago no hemos estado tan atinados a la hora de enfrentarnos
a su presencia en las instituciones.
Olvidados los primeros éxitos de la
ley de Partidos Políticos que llevaron a la ilegalización de sus
manifestaciones políticas y ramificaciones juveniles, periodísticas, etc., los
enemigos de España, de la igualdad y libertad de los españoles en cualquiera de
los rincones de nuestra nación aprendieron pronto la lección. Y a la par que
como una serpiente muda de piel y no cambia, de igual modo estos etarras de “cuello
blanco” mudaron siglas y estatutos para medrar en lo político y ocupar las
instituciones con la complicidad de las formaciones nacionalistas que siempre
han recogido las nueces del árbol que ellos meneaban, con la complicidad de una
izquierda acomplejada aún por no haber derrocado al dictador en vida y que se sentían
menos ante los “gudaris” y con el apoyo de esa otra izquierda para la que “cuanto
peor este España, mejor “ pues piensan que solo cuando desaparezcamos como
nación, se diluyan los lazos que unen lo español, podrán gobernar sobre la
marabunta resultante aunque solo sea en su miserable comunidad de vecinos y
naturalmente bajo esa premisa tan bolchevique y bolivarina de “todos somos
iguales, pero unos más iguales que otros”.
Eso y no otra cosa es lo que está
pasando en Navarra donde la unión de aquellos que aspiran a destruir todo
cuanto suene o les recuerde a España ha aupado al gobierno de sus instituciones
a una coalición siniestra de la franquicia del PNV junto a Herribatasuna,
Podemos e Izquierda Unida, que han crecido a la sombra de la mezquindad y
cortedad de miras de un PSOE navarro acomplejado, que ha apoyado por acción u
omisión a todo lo que no fuera la Unión del Pueblo Navarro o el PP, negándose a
unir sus fuerzas con ellos o aupar a la fuerza más votada en contra de los que
solo pretenden diluir la identidad foral y española en Navarra.
No otra cosa han hecho los socialistas
europeos en los últimos años con los el brillante resultado de estar a punto de
ver desaparecer al Partido Socialista francés como antes vieron desaparecer al
histórico PASOK en Grecia y aupar a lo peor del populismo como Le Pen en
Francia, Syriza en Grecia y a Podemos o la CUP en España.
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