lunes, 22 de mayo de 2017

El bolchevique embustero y el ambicioso útil




Partiendo de la base que casi todos los bolcheviques lo son, embusteros, nuestro Pablo Iglesias es además un farsante. Y lo es porque no se presenta como tal, bolchevique,  no dice que quiere acabar con la democracia, pero a su vez no deja de proclamar que la calle es mejor que el Parlamento, no sostiene que hay que eliminar la división de poderes y los contrapoderes existentes entre Judicatura, Ejecutivo y Legislativo, pero directamente afirma que los jueces deben ser afines a su ideología, que los funcionarios deben ser afectos al régimen y que el Parlamento está bien mientras no contravenga lo que quiere la gente, su gente.

Pablo Iglesias no engaña más que aquellos que se quieren dejar engañar o a los que la LOGSE ha eliminado cualquier sentido crítico o capacidad de análisis que les permita discernir o comprender un mensaje que supere los 120 caracteres de un tuit.

Esa ignorancia supina es la que lleva a la mayoría a ignorar que quien implantó un régimen democrático y parlamentario en la Rusia de los zares fue Kerensky,  y Lenín quien se carga dicho sistema dinamitándolo desde dentro. Participando en las instituciones, combatiéndolas desde dentro y fuera hasta acabar con cualquier disidencia incluso entre sus correligionarios mencheviques y trotskistas sin pararse para ello en el respeto a la vida y en la continua revisión y reescritura histórica de la que eran eliminados todas aquellos contrarrevolucionarios o caídos en desgracia que algún día tuvieron relevancia o predicamento público.

Como bien sabia Lenín, y bien que lo aplico, para llevar a cabo sus planes solo hacía falta una minoría ideologizada y combativa que no se parase en nada ni ante nada, aunque ello supusiera la eliminación física del adversario, pero para ello, como Lenin, nuestro Pablo Iglesias necesita de una sociedad fragmentada e insegura de sus valores, miedosa a la hora de defenderlos y de un socialismo cómplice e instrumental que le ayude a reducir a la nada a la odiada derecha.

Por ello a diario demonizan, insultan, denigran a sus símbolos, el PP, y sus valores, la libertad individual de enseñanza y de credo, su respeto a la vida y algo tan moderno y progresista como es el que los españoles somos iguales con independencia de donde residamos.

Constantemente denigra al PP, y con ello a sus dirigentes y votantes, calificándolos como el partido más corrupto de Europa, eso sí, sin saber mencionar cual es el segundo, ni importarle, porque son ellos los que se atribuyen la capacidad de otorgar el plácet a lo que consideran o no democrático. La consigna es clara, si consiguen que algo se perciba como malo o perverso por esa minoría movilizada y sectaria la eliminación de ese organismo y quienes lo componen será vista como saludable y los instrumentos que para ello se utilicen estarán bendecidos por el fin beatifico que se persigue.

A poco que les dejemos volverán los acosos a dirigentes del PP, y cuidado Ciudadanos que luego irán por vosotros, se les negara la palabra y se les echara del espacio público mediante la acción de una turba jaleada por los medios de comunicación afines hasta conseguir lo que tanto rechazaron cuando se trató de los etarras de Herri Batasuna, la ilegalización del PP como fuerza política, la proscripción de sus valores de la vida pública y de la mera posibilidad de una alternancia democrática.

Entonces, si no ponemos remedio, las escenas de escasez, de protestas callejeras, bandas armadas por el gobierno no serán las de Venezuela sino las de nuestra querida España. Y para ello el ambicioso y sectario de Pedro Sánchez les viene como anillo al dedo.

 

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