Después de unos meses en los que
la amenaza de que “los puertos iban a arder” si el Gobierno del PP sacaba
adelante el Real Decreto de reforma de la estiba en los puertos españoles y de
que esto iba a ser la “batalla de todas las batallas”, los montes parecen que
han parido un ratón.
Ha sido aprobarse el Real Decreto
y sindicatos y empresas se han dado una prisa inusitada, desconocida para
llegar a un acuerdo. Un acuerdo muy alejado de aquel que presentaron en abril
de subrogaciones por ley y compensaciones a cargo de todos los españoles que
nos iban a costar 2.415 millones de euros para sostener artificialmente los
salarios de estos privilegiados de aquí hasta que les diera por jubilarse.
Hoy con la norma en vigor lo
máximo que compromete el gobierno son 120 millones, muy lejos, 2.295 millones
de euros menos, de lo que pretendían los estibadores y de la subrogación por
ley ni está ni se la espera.
Y este hecho, venturoso, debiera
servir para reflexionar a más de uno sobre el papel de los partidos políticos
de la oposición, sindicatos y empresas.
Respecto al PSOE, en su “no es no” a todo lo que proponga el
Gobierno con independencia de su efecto sobre la calidad de nuestra convivencia
y economía habría que exigirle el texto que en su caso hubiera propuesto para
el referido Real Decreto. Pincho de tortilla y caña a que, sujeto a la supervisión
de la Unión Europea y al cumplimiento de una sentencia del tribunal de
Estrasburgo, no hubiera variado una coma sino es para encarecer el costo que a
escote hubiéramos tenido que pagarle el resto de los españoles a los estibadores
para seguirles manteniendo sus privilegiadas condiciones salariales.
Y que hablar de Ciudadanos, el
partido de meter la puntita, pero sin
que se note, el del ciudadano Rivera
tan pronto para colgarse medallas y tan lento para asumir responsabilidades en
los temas de Estado y por ello un valor en declive en la formulación de
alianzas. Menudo papelón el de aquel que oliéndose la derrota da un paso atrás y
modifica su anunciado apoyo en la primera ocasión para tornar de tapadillo a
votar si tan pronto otros han asumido el desgaste y pagado el peaje a las
fuerzas nacionalistas que son las únicas que pescan en este mar revuelto de la
falta de altura de miras en que se ha convertido la política nacional.
Dejo para lo último el papelón de
empresas y trabajadores. Crecidos los unos por creer que el Gobierno les iba a hacer
el trabajo sucio de la desregulación del tinglado sindical, y los estibadores en
el apoyo fariseo de los partidos políticos que con su bloqueo les ayudaban a
estirar el chicle de sus privilegios, no han tardado ambos un momento en hacer
lo que debieron desde el minuto uno, negociar y compartir los costos que toda
reforma conlleva rebajando condiciones laborales, aportando flexibilidad en la
organización del trabajo y asumiendo la plantilla actual, pues ambos,
trabajadores y empresas, son los más conscientes de la sabrosa tarta que tienen
para repartir y que en el camino solo han perdido las migajas.
Conclusión, que quienes más y
peor erraron fueron aquellos que demagógicamente no apoyaron el primer decreto
pues han quedado en evidencia por los mismos protagonistas, empresas y
trabajadores, que han revelado, ahora sí, que el único conflicto de intereses
era quien, y cuanto se comían de la tarta, la misma de la que llevan hartándose
hace cuarenta años.
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