lunes, 9 de junio de 2014

La División de poderes y los dinamiteros del Estado de Derecho. III parte: la dictadura de los trending topic frente a la verdad y la razón


En la joven democracia que es aun España, estamos pasando el sarampión de los estados de opinión. De lo que sale en los medios de comunicación, las redes sociales, la extrema relevancia del sentimiento, el eslogan y su prevalencia pública frente a la razón y los tozudos hechos.

De un tiempo a esta parte los españoles, los ciudadanos, sus gobernantes, los medios de comunicación toman demasiado en consideración los trending topic o tendencias.

No están tan lejos “los tiempos de hierro” del terrorismo  de ETA y los GRAPO cuando se nos repetía, y asumíamos, que no era bueno gobernar ni legislar “en caliente” para no autorizar la pena de muerte para esos asesinos. Igual imprecación se viene repitiendo cuando los crueles crímenes sobre niños o jóvenes nos provocan igual reclamación sobre ese particular tipo de delincuentes.

Y es lógico. Los sentimientos se enervan pero el tiempo lo atenúa y se analiza la propuesta con mayor perspectiva y mesura. Y no es que me espante la pena de muerte pero si trato de evitar el linchamiento, esa es la diferencia  entre el estado de Derecho y el populismo, la anarquía o la arbitrariedad.

Si esto es así, o debiera serlo, resulta un despropósito ver a diario como políticos, medios de comunicación y los responsables gobiernos de municipios, autonomías y del Estado están pendientes en demasía  de la “tendencia” en las redes sociales sobre tal o cual tema.

Este seguidismo hace que movimientos o acontecimientos de una dimensión muy limitada tengan una repercusión multiplicadora que genera una apariencia de “tsunami” que genera debates artificiales, temores infundados y lo que es peor provoca una toma de decisiones coyunturales y cortoplacistas ajenas al interés general a la vez que desorientadoras para la mayoría de los ciudadanos.

Pongo por caso las “reuniones” a favor de la Republica en las ciudades españolas. Escasamente han congregado a más de 40.000 personas en toda España, menos público del que cada semana logra reunir un partido en el Santiago Bernabeu o el Nou Camp, y sin embargo dicho tema llena los medios de comunicación escritos, radiados y televisivos aparte de las tertulias de café en toda España.

Frente a ello, y en demasiadas ocasiones, se ha silenciado manifestaciones reiteradas y multitudinarias como eran las de las víctimas del terrorismo, contra el aborto, a favor de la Constitución española y otras en las que he participado o no, pero que reunían en un solo momento y lugar a cientos de miles de personas sin que por ello suscitaran ni una mención en los medios de comunicación.

Refuerza ello la idea de que unos hechos equiparables suscitan distinta atención no por ello tienen mayor o menor seguimiento popular, los diferencia la instrumentalización y el marketing.

No obstante esta situación necesita un caldo de cultivo. Precisa de una crisis de valores e ideas comunes, de una educación laxa que ante el fracaso escolar no tiene más salida que los “aprobados por decreto” antes que la motivación del alumnado y magisterio, antes que la promoción del esfuerzo y el talento. Requiere de años de aborregamiento, de “pan y circo” a manos llenas donde al ejercicio de un derecho no se requería el cumplimiento de deber o compromiso alguno.

En definitiva requiere del triunfo del individualismo, de la búsqueda de la satisfacción de nuestros deseos de manera inmediata, del nihilismo, del  narcisismo y de la negación del bien o el interés común ante el que sacrificar los anhelos de uno mismo a favor de los demás. Es la crisis de las vocaciones en todo sentido y ámbito.

Este es un cáncer que corroe cualquier nación o institución pues le arrebata la cohesión, la seguridad en sí misma, haciéndole retroceder ante cualquiera reclamación por peregrina que sea o con independencia de su respaldo por el solo motivo de que carece de razones, principios y apoyos ciudadanos que oponerle.  

Es por ello que a falta de estadistas, las organizaciones y partidos mayoritarios han de llegar a consensos básicos y mínimos pero esenciales. Han de restablecer la seguridad ante las “líneas rojas” que otros pretenden sobrepasar, han de restablecer la confianza en la ley y en que su cumplimiento está asegurado.

Si se quiebra la confianza en la ley, en la autoridad que garantiza su cumplimiento, simplemente nos desmoronáremos ante el primer embate y daremos paso a la arbitrariedad, a la anarquía, y el imperio de la ley, el Estado de Derecho, dará paso al caos, la ley del más fuerte y el populismo haciéndonos añorar al poco cualquier tiempo pasado como mejor.

Por ello es tiempo de acuerdos, de política con mayúsculas, de renuncias por unos y otros a favor de todos, si llega el caso de una “Gran Coalición”.  Puedo no haber compartido la política y las ideas de Felipe González , usted lector puede no haber compartido las de Aznar, Suarez, Calvo Sotelo, Tarradellas,  pero ante sus trayectorias, sus legados, los Pablo Iglesias  y Mas de hoy no dan ni para una mala caricatura.

Y Rajoy, Rubalcaba o quien le suceda tendrán el apoyo de esa aplastante mayoría de españoles que cada día  madrugamos para procurar lo mejor para nuestras familias y el resto de los españoles, aunque no tengamos cuenta en facebook o twitter.

 

 

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