No por repetido causa menos asombro la facilidad con que los españoles asumimos una "Leyenda Negra" que inventaron otros o echamos por tierra las mejores gestas de nuestros antepasados.
El último caso es el de los Héroes de Baler, los "últimos de Filipinas". Se ha estrenado recientemente una película de igual nombre que echa por tierra las virtudes de estos soldados españoles que durante más de un año sostuvieron el que creían último rincón de España en aquellas islas.
Una sarta de prejuicios supuestamente antibelicistas, anti todo lo que suponga reconocimiento del sacrificio, constancia, cumplimiento del deber y el honor han llevado a una serie de "progres de salón" a manchar la memoria de estos humildes servidores de España, el peor de los insultos contra aquellos que no pueden defender su memoria.
No obstante, contra tanta desvergüenza lo mejor es reproducir el tributo que les rindieron sus adversarios, en este caso el primer Presidente de Filipinas tras la independencia de España, don Emilio Aguinaldo, y al que desde luego no habría que suponerle demasiadas simpatías para su causa.
Republica de Filipinas
Decreto
Habiéndose hecho acreedoras á la
admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de
Baler, por el valor, constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanzas de
auxilio alguno, han defendido su Bandera por espacio de un año, realizando una
epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y
de Pelayo; rindiendo culto á las virtudes militares, e interpretando los
sentimientos del Ejercito de esta República, que bizarramente les ha combatido;
á propuesta de mi Secretario de Guerra, y de acuerdo con mi Consejo de
Gobierno.
Vengo a disponer lo siguiente:
Artículo único. Los individuos de
que se compone las expresadas fuerzas, no serán considerados como prisioneros,
sino por el contrario, como amigos; y en su consecuencia, se les proveerá por
la Capitanía General, de los pases necesarios para que puedan regresar á su
país.
Dado en Tarlak á 30 de junio de
1899.- El Presidente de la República. Emilio Aguinaldo. - El Secretario de
Guerra, Ambrosio Flores.
El que sepa leer que entienda. No cabe mayor y mejor homenaje que el que le rinden a uno sus enemigos, aunque estos, sus enemigos, parecen estar hoy-como entonces- entre sus propias filas.
¡Honor y gloria a los que dieron su vida por España!