España es una
nación de desafueros y excesos. Para lo bueno y lo malo. Y con el caso del
Ebola estamos llegando a lo superlativo sacando las cosas de quicio.
Y en ponerlas
de nuevo en su sitio tienen mucho que hacer personas de entidad, respetabilidad
y solvencia como Pérez Reverte o la comunidad científica.
Por eso tal
vez me duela más el exabrupto de Pérez Reverte “Propongo poner el perro en
observación y sacrificar a la ministra. No hay color.”. Y me duele por injusto e impropio de una
persona relevante que debiera mantener la sangre fía y el sentido común como
premisa cuando hay tantos que con tanta facilidad pierden la cabeza y le dan
demasiado fácil a la lengua.
Sigo a Perez
Reverte como escritor en su saga del “Capitán Alatriste” pues otras novelas
como el pintor de batallas o la carta esférica me parecen un bodrio.
Como
columnista lo sigo esporádicamente en sus artículos dominicales donde refresca
la historia de España en la figuras de sus héroes o gestas y de vez en cuando nos
despelleja poniendo en evidencia algún vicio patrio.
Y como corresponsal de guerra lo seguí cuando escribía
para la revista “Defensa” o en su libro sobre el tema “Territorio Comanche”.
Y es bueno que
existan personas como Quevedo en su momento o ahora Federico Jiménez Losantos o
el mismo Pérez Reverte que se separen de lo “políticamente correcto” poniendo
de relieve otro punto de vista o razones que se nos escapan de los hechos de
actualidad.
Pero eso no
quita que precisamente para alejarse de la marabunta, del saber y opinar de
todo sin más fundamento que las vísceras, a ellos, y en este caso al aludido le
debamos exigir mesura y pensar las cosas antes de abrir la boca porque como
dice el clásico “Somos dueños de nuestro silencio y esclavo de nuestras
palabras”.
Por ello y con
la capacidad de autocrítica que le presupongo a Pérez Reverte le toca rectificar
y pedir perdón, que aquí como en cualquier sitio “quien tiene boca se equivoca”.
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