Se dice que George Orwell tenía
en mente las dictaduras comunistas cuando escribió su obra 1984, pero me cabe
duda si al igual Julio Verne con el submarino, el viaje a la luna y otros, no se
estaba anticipando al futuro del nacionalismo, particularmente en España.
Los nacionalistas se han revelado
como alumnos aventajados de la ubicua “policía
del Pensamiento” e implantadores de la neo
lengua en la que se reduce y se transforma el léxico con fines represivos,
basándose en el principio de que lo que no forma parte de la lengua, no puede
ser pensado.
Su última ocurrencia, a imagen de
los guardianes de la revolución castristas, es la de
los “100.000 voluntarios” (singular paralelismo con los 100.000 hijos de San
Luís que restauraron el absolutismo de Fernando VII en España) que puerta a
puerta van a testar el sentimiento nacional catalán de sus vecinos no sé si
para marcar sus puertas con la sangre del cordero.
Este último zarpazo a la
intimidad del domicilio, a las libertades individuales de pensamiento y
expresión debiera ser capaz de despertar
el rebelde que todo ser humano guarda en su interior contra la opresión, el absolutismo
y el totalitarismo con independencia de su sentimiento nacionalista más o menos
acentuado, otra cosa sería abdicar de nuestra cualidad de ciudadano por la de
súbdito, paso atrás que debíamos tener superado desde la Revolución Francesa.
Y esta rebeldía debe articularse
desde el propio foco nacionalista, los militantes y afiliados de CiU, ERC, PNV,
BNG … dado el silenciamiento de cuanto podamos decir u opinar
los que no vivimos en las provincias catalanas, vascas, mallorquinas o gallegas
pero que de igual manera sentimos desazón por la extensión de esta derivación totalitaria.
Ejemplos como el artículo
, iniciativas como la Plataforma Cívica catalana, Foro de Ermua y otros nos mantienen viva la esperanza.
Pero mucho tenemos que soplar entre todos para que esta llama prenda y el
ciudadano descubra que los metros de bandera nacionalista solo tratan de ocultar el
totalitarismo al desnudo.
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