Ayer
conocimos que el juez de instrucción número 2 de Melilla había imputado al jefe
de la Comandancia de la Guardia Civil de Melilla por las llamadas “devoluciones
en caliente” y que la juez de Instrucción número 5 de Sevilla había imputado a tres médicos de Urgencias del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla a
cuenta de la atención al indigente polaco que murió posteriormente.
Y
pese a lo distinto que pudiera parecer estos casos tienen similitudes
destacables.
Lo
primero es que se refieren a puestos y conductas de “primera línea”. Uno en la
frontera con Marruecos, donde un día sí y el otro también, de forma individual
o en avalancha, cientos de africanos intentan asaltar violenta e ilegalmente
nuestras fronteras y el otro en el sobrecargado además de desnaturalizado
servicio de Urgencias donde se atienden multitud de casos que no son tales,
casos que lo que el paciente trata es de evitar las colas del médico de
cabecera o especialista cuando no la interminable lista de espera para una
intervención quirúrgica y donde, sobre la marcha, hay que establecer diagnostico
y tratamiento.
Lo
segundo es que en ambas situaciones se suele estar bajo la presión de un número
de personas que supera la de guardias o facultativos y cuyas actitudes suelen
ser de todo menos respetuosas o “no violentas” que imponen un estrés difícil de
apreciar desde nuestra salita viendo el telediario o en la cómoda lectura de un sumario.
Lo
tercero es que a estos guardias o médicos entregamos el preservar nuestra
libertad, seguridad o salud pero les escamoteamos medios. Y aún haciéndolo
cumplen a diario con su obligación y se sobreponen con su dedicación a las
carencias.
Pero
lo que es peor, cuando en casos como estos algún “puro de corazón” o “defensor
de causas perdidas” los demanda, les echa en cara la falta de proporcionalidad
o profesionalidad en sus actuaciones los dejamos solos, allá se las apañen.
He
echado de menos en ambos casos la actuación valiente de sus responsables
políticos poniéndose delante de ellos y asumiendo la responsabilidad que les
cabe. Que distinto el comportamiento de Margaret Thatcher en el Parlamento Británico cuando se le
pregunto que quien había dado la orden de disparar contra dos miembros del IRA
en Gibraltar. Dijo “YO” y se acabo el debate.
Pues
bien a esos jueces, o a otro cualquiera, que tan diligentes han sido al imputar
a ese guardia civil y esos médicos no les he oído levantar la voz, emitir auto
alguno contra sus compañeros Predraz, Andreu, etc. de la Audiencia Nacional que
contra el criterio unánime del Tribunal Supremo han puesto en libertad a 50
narcotraficantes.
“Perro
no come perro” suele decirse, pero es
una pena ver como se pretende ser fuerte con los débiles pero no se tienen
tales “audacias” con los superiores o iguales.
Luego
no nos extrañemos si se cuelan a millares por nuestras fronteras o si tardan
horas en atendernos en Urgencias pues obligan a unos a no ejercer la función
que todos les hemos encomendado y a los otros a someter a un exhaustivo examen
médico a cualquiera aunque lo que le haya llevado a la sala de espera sea un
resfriado mal curado. Pero claro estos jueces ni estarán al pie de la verja de
Ceuta o Melilla ni se manchan las manos con las pústulas de los enfermos. Vamos
es que en Liberia, con el Ebola, ni se les espera.
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