La paradoja del momento es como una
sobreprotección del medioambiente nos está llevando al desastre humanitario,
económico y medioambiental.
El mejor ejemplo lo tenemos hoy en
las crecidas del Ebro pero dicho
análisis lo podríamos trasladar a casi cualquier otra situación.
Y es que el que el curso medio del
Ebro, el que transcurre por Aragón, este declarado de “especial protección medioambiental” impide
el dragado de mantenimiento de la profundidad del cauce. Esto produce que el cauce del Ebro
disminuya en profundidad con lo que aún
con menores aportes de agua que otros años el Ebro se
desborde y anegue poblaciones, cultivos, corte carreteras, etc.
Todo por un mal entendido “conservacionismo”
que prejuzga como perjudicial cualquier actuación sobre la naturaleza.
Es como si consideráramos que hacer cortafuegos es malo para el bosque
cuando está demostrado que esto y la limpieza de los bosques impide la
propagación de los incendios.
Y todo ello dentro de un país como
España que se niega por localismos absurdos a plantear una verdadera política hidráulica
nacional. Aquella que si planteo Aznar con el Plan Hidrológico Nacional y que absurdamente
derogo Zapatero y que hubiera limitado los desequilibrios que se producen con
zonas anegadas en Aragón y sin embargo restricciones de riego y suministro
humano en el Levante español. ¡Ver para creer!
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